miércoles, 29 de abril de 2015

Carcasona, medievo Cátaro




Iniciamos la salida un jueves por la mañana. Aunque madrugar no gusta a nadie,las circunstancias y el planning que llevábamos de antemano, nos obligaban a ponernos en la carretera con las primeras luces del día. Nuestro objetivo era hacer todos los kilómetros que pudiéramos y llegar a nuestro destino hacia la hora de comer.
Cruzamos la frontera entrada ya la mañana. Atravesamos Biriatú en un momento, ¡visto y no visto!
De todas formas, cruzar esa línea imaginaria que separa dos países siempre me da cosa....es como un dar un paso a lo desconocido,genera cierta incertidumbre..... De esta guisa entramos en Francia, un país que se abría ante nosotros verde, soleado, con colinas salpicadas de casitas, de pueblecitos....y  por supuesto ...de rotondas aunque en esta ocasión no la padecimos en demasía.

Ya en autopista , devorando kilómetros con dirección a Carcasona descubrimos para nuestra desgracia, que el VAT solo funcionaba a lo largo de la  La A64 (La Pyrénéenne o E80) hasta el peaje de Lestelle que está después de la salida 18 St Gaudens. Lo descubrimos de la peor forma posible, atascados en medio del peaje intentando entender lo que decía una voz femenina en un perfecto y amable francés. en fin... que había que introducir dos euros en una especie de "buzón" para poder continuar. Desde ese momento evitamos meternos en los accesos que solo marcaban telepeaje y pasamos a recoger, como buenos chicos, nuestros tickets.

Carcasona

Llegamos a Carcasona al mediodía. Nos despistamos un poco intentando encontrar la zona de autocaravanas, pero después de un par de vueltas y siguiendo las indicaciones del "Gpsi" ya estábamos aparcados. La zona de autocaravanas se encuentra a escasos 200 metros de la puerta de entrada principal de la ciudadela. Es preciso pasar una barrera y recojer un ticket para su posterior abono cuando se abandone la zona. Hay que decir que la primera hora de aparcamiento el coste es gratuito.
Castillo Carcasona
Carcasona tiene su historia propia. Y como buena leyenda que se precie, su nombre tiene su origen en un hecho que ocurrió en un pasado lejano. Una princesa sarracena llamada Carcas, y  el tañido de una campana que anunciaba la retirada del ejército de Carlomagno que sitiaba la ciudadela: "¡Carcas sona!"....en fin cosas del pasado y de la historia.
Saliendo del parquing y doscientos metros siguiendo la carretera, te encuentras ante la puerta de entrada de la ciudad; murallas, cubos, torreones... que desafían arrogantes al cielo y que te hacen sentir insignificante y diminuto. 

La Dama de Carcasona
Cruzar las murallas te transporta de inmediato a otra época, también ayudan las tiendecitas de recuerdos que te asaltan visualmente a ambos lados de la calle principal  con espadas, dagas, y demás recuerdos típicos que ofrece una ciudad turística medieval. La ciudad tiene mucho que ofrecer, sobre todo para los incansables  soñadores de otras épocas. Recorrer las ciudadela entre el paso de las dos murallas te lleva a un tiempo evocador, amén de un tiempo largo de reloj. De igualmanera, su interior con sus callejuelas estrechas, su arquitectura peculiar,  y sobre todo su ciudadela (aunque haya que pagar unos 11 euros) bien merece la visita. Con tanto caminar, al final uno acaba sentandose en cualquier sitio, aunque de hacerlo es recomendable hacerlo en la plazoleta que queda justo a mano izquierda de la calle principal . Pequeña, recojida, colorida, eso sí, los refrescos van sin hielo...

Si se quiere alargar el día, merece la pena bajar al río. Es una zona verde y arbolada dónde la gente disfruta; corre, pasea, anda en bici y demás actividades al aire libre. Cruzando el puente de piedra el camino te lleva a la ciudad nueva. Aunque el comienzo de la calle es algo lúgubre, con mucha pintada de dibujos grafiteros y locales cerrados, luego el paisaje urbano cambia y la calle da paso a una ciudad moderna y comercial, por supuesto peatonal. Seguimos las indicaciones que señalaban la dirección de la estación del ferrocarril, habíamos leído que justo en frente se encontraba la zona de embarque para poder recorrer el canal de Midi. Es temporada baja  y lamentablemente el embarque estaba cerrado. Carcasona de noche desde el puenteEl puente de San José no es la mejor época para embarcar. Así que iniciamos la vuelta a la ciudadela deshaciendo el camino por el que habíamos venido. No me entretengo en describir nada de la ciudad porque sinceramente no me llamó nada la atención; las mismas tiendas y los mismos puestos de comida que en todas partes pero con distinto nombre. Volvimos a cruzar por el mismo puente cuándo la ténue luz del atarceder empezaba a desvanecerse entre las sombras y el lienzo de muralla de la ciudadela aparecía ante nuestros ojos débilmente iluminadas por los focos. En un momento el cielo empezó a teñirse en un cambiante y oscuro azul intenso sobre el que poco a poco se fue cerniéndo la oscura noche. Era momento de volver "al campamento base".

Al día siguiente nos levantamos temprano. Recogimos deprisa y nos encaminamos a nuestro siguiente objetivo cátaro. Ochenta y tres kilómetros  en dirección al Pirineo con  carreteras tranquilas, con pueblos pintorescos, con hermosas colinas de un color verde intenso. Cuándo parece que no vas a llegar nunca, las silueta del castillo Montségur aparece de repente a lo lejos anunciando lo cerca que ya estamos de nuestro destino.Es como de un enorme faro que flota en medio de un mar azul. Dejamos las praderas y nos dejamos arrastrar por carreteras estrechas a través de frondosos bosques y de pequeñas poblaciones dónde apenas se veía a nadie. El último repecho es una fuerte subida que cizagueando te lleva directamente al llamado "Col de Montségur".  

A los pies de Montsegur, castillo cátaro Desde la cima del puerto se observa la imponente mole del monte que corona el castillo. A día de hoy, parece mentira que siglos atrás fueran capaces de realizar semejante obra y de que pudieran vivir allí.  No hay problema para aparcar, pues, todo el alto está lleno de zonas de aparcamientos. En los  bordes de la carretera, todavía quedan retazos de un manto blanco y frío de nieve. Cómo hemos llegado después del mediodía, comemos y después, empezamos la ascensión. Doscientos escasos metros de subida a través de un sendero señalizado y sinuoso por el que vamos ascendiendo con cada paso que damos. Si quieres hacer cima. Hay que pasar por taquilla, pues en mitad del camino te encuentras con una pequeña caseta dónde hay una señora muy amble y francesa, toda ella, que te explica que para continuar las ascensión hay que pagar 5 euracos. El ticket también sirve para visitar el museo cátaro del pueblo de Montségur que está justo debajo del puerto.
Taquilla para entrar a MontsegurEl Castillo no es muy grande, es un cascarón de piedra vacio. Un lienzo de muralla que circumbala un hueco completamente vacio. Es el destino de todos los castillos antigüos. Es más largo que estrecho y atravesarlo te lleva escasamente un momento. Así se llega a otra puerta. Una puerta que te conduce nada mas atravesarla, a un pequeño poblado en ruinas colgado sobre un precipicio; restos de paredes en piedra de antiguas casas que se superponen de forma escalonada desafiando al vacío.

Hay que bordear por la izquierda el lienzo de muralla y,procurando no caerse, seguir el estrecho sendero que han dibujando en la roca, durante siglos, las huellas de todos aquellos que han ascendido anteriormente a ese mismo lugar buscando un pedacito de historia . El sendero te Castillo de Montsegur conduce al ala oeste del castillo, dónde hay una moderna escalera de madera que asciende a unas pequeñas estancias en las que no hay nada, pero que por completar la visita y llegado hasta allí ....!. En este punto, la visita a Montségur no tiene más, salvo su historia y su leyenda que la perseguirá siempre. La imaginación corre a cuenta de cada uno. De todas formas, merece la pena tomarse su tiempo y contemplando el paisaje pararse un momento a pensar.

Castillo de Montsegur




Castillo PuivertLa bajada del puerto la realizamos siguiendo la carretera que desciende y bordea el pueblo de Montségur. Es una bajada más abrupta, más sinuosa y a mi parecer más larga, por lo menos esa fue mi sensación. De igual manera la carretera merece la pena y te proporciona una perspectiva distinta de ese peñon de piedra que sustenta el famoso castillo de Montségur. 
De camino, visitamos el Castillo Puivert, que desde la distancia parece imponente pero que de cerca , sinceramente no merece la pena, sobre todo porque hay que pagar para no ver nada interesante.  Es mejor quedarse con su imagen imponente y evocadora que desprende en la distancia. Volvimos nuevamente a hacer noche  al parking de Carcasona.

El tercer día lo dedicamos a visitar un pequeño pueblo llamado Minerve. A 52 kilómetros de Carcassonne . El día se presentaba gris y brumoso, y aunque parecía por momentos que iba salir el sol, lo único que vimos fueron pequeñas gotas de lluvia que cubrían el cristal del parabrisas. Aún y todo, las gotas fueron algo anecdótico a lo largo del viaje, algo que nos hacía mirar al cielo continuamente buscando un resquicio de color azul por dónde se pudiera ver el sol. Con todo, las nubes se contenían y proseguimos nuestra ruta a través de las carreteras de Francia. Cruzamos varias veces el canal de Midi y atravesamos pueblos pintorescos..sin gente (da la sensación que en Francia no vive nadie). Aun llevando el " Gpsi", nos despistamos y tuvimos que rehacer el camino un par de veces. Ya no nos fiábamos del "Gpsi".

Minerve
Llegamos a Minerve al mediodía. Quizás fueron los exabruptos con los que nos desahogamos durante todo el camino o quizás fue la "intervención divina" que se compadeció de nosotros ...la cuestión es que de repente dejó de llover y nuestro ánimo se vino arriba. Bajamos de las furgos a toda prisa y nos lanzamos a la conquista de ese pequeño pueblo medieval armados con nuestras cámaras de fotos, y cargados con mochilas repletas de fruta y galletas. Si no fuese por la certeza de que estábamos en Francia, hubiéramos dicho que por el paisaje y el entorno, estábamos en cualquier pueblecito medieval de España.  

El pueblo se encuentra en un alto, siguiendo la línea que conforma el meandro de un río. Un lienzo de murallas rodea el pueblo y se integrada perfectamente con el paisaje urbano de casas de piedra y tejados de color marrón. Calles estrechas por dónde solo circulan twingos y restos de alguna torre que aún rememora lo que fue en el pasado. Son la seña de identidad de este pequeño pueblo. La visita se hace amena, solo hay que deambular y dejarse llevar. Una vez arriba, justo dónde termina el pueblo, se abre un camino entre la maleza que desciende gradualmente hacia el río. Es un sendero estrecho que rodea el meandro. Siguiendo el camino,
Paseo por Minervea mano derecha, una pared de roca calcárea   asciende hacia el cielo,  perfilando en lo alto  la paredes de piedra de algunas casas. A la izquierda, el precipicio desciende abruptamente. Desde arriba  se percibe el apacible fluir del río. En un punto de este camino el sendero se desdobla en dos; uno continúa bordeando el meandro desde arriba y el otro te lleva directamente a la frondosa orilla del río. Siguiendo con la mirada el devenir de la corriente, se entrevé a lo lejos senderos misteriosos y un pequeño puente de piedra cubierto de maleza. Da ganas de continuar por  el camino y descubrir lo que la garganta esconde




Paseo por Minerve

Siguiendo el sendero de arriba, descendemos bordeando el pueblo hasta la misma orilla del río. Por encima de él, en lo alto de la orilla opuesta hay una reproducción fideligna de un trabuco medieval. Se puede ascender hasta él por una angosta escalera, atravesando el río por una pasarela .  
El paseo termina justo a los pies del pueblo.Debajo del puente por el que hemos cruzado, hay una enorme cueva por donde discurre lentamente el río, y aunque no lo intentamos, parece que se puede atravesar cuándo hay poca agua, pues se ve claramente que hay un caminito hecho con piedras.

Comentar, antes de que se me olvide, que en la zona más alta del pueblo estaban terminando una zona de autocaravanas, con zonas delimitadas de parquing, instalaciones de baño y duchas. Eso si, por lo que intuimos viendo una barrera de paso...bajo pago. Bien de todas formas!.


Paseo por Minerve
Retornamos al parquing hambrientos. Las galletas y la fruta solo habían conseguido estimularnos más, si cave, las papilas gustativas. Nuestros estómagos rugían como leones. También fue mala suerte que en ese preciso momento el cielo decidiera descargar sobre nosotros toda su carga. Comimos en las furgos. Retornamos por última vez  a Carcassonne sabiendo que las mini vacaciones estaban llegando a su fin y que al día siguiente nuestro viaje terminaría  llevándonos de vuelta a casa .




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