martes, 7 de agosto de 2012

Puesta de sol en el castillo de Magacela


Subida al castillo de Magacela
Puesta de sol desde el castillo de Magacela
Hoy hace calor, como en un día cualquiera de verano en Extremadura. A penas hay nubes en el cielo y todo él, luce azul. Desde la piscina de La Haba, tumbado en mi toalla, contemplo a lo lejos la sierra de Magacela y su poderoso castillo, la antigua Umm Gazala árabe. De esta poderosa fortaleza tan solo quedan resquicios de lo que fueron sus murallas y algún que otro cubo que todavía desafía al paso del tiempo. 

Hace años, contemplé desde sus murallas una de la más bellas puestas de sol. Y desde entonces, casualmente, he repetido ese mismo camino cargado de historia con la única intención de disfrutar nuevamente de ese preciado momento.
Puesta de sol desde el castillo de MagacelaPuesta de sol desde el castillo de MagacelaLa Haba es un pueblo asentado en la ladera noroeste de la sierra que se extiende  a lo largo de las murallas del castillo. Un pueblo de calles estrechas, de suelos adoquinados y paredes blancas. 

Sabiendo de antemano de la estrechez de sus calles, dejamos la furgo a la entrada del pueblo sobre un mirador desde el se puede contemplar parte de la  extensa Comarca de la Serena. Nos adentramos por sus calles que apenas cuentan con aceras y que te obligan a ir en fila india como precaución a los escasos coches que circulan por sus calles. Lo últimos cien metros de ascensión los hacemos  por un camino estrecho y  empedrado que conduce directamente a la puerta principal de entrada al recinto amurallado. 

Los lienzos de sus murallas encaraman en las rocas y se adaptan a sus contornos de forma natural. No es dificil dejarse llevar, e imaginar lo que tuvo que ser en su momento. Hombres fuertemente armados apostados en sus almenas contemplando el mismo cielo, el extenso horizonte  que se pierde a lo lejos. Hoy, solo son ecos de un pasado lejano que se repite en sus piedras y que perdura en el recuerdo de los que la visitan.

Por dentro el castillo está desolado. Su interior alberga una iglesia abandonada dedicada a Santa Ana y un antigüo cementerio en ruinas. Me imagino que el cometido de un cementerio dentro de un castillo sería el de que nadie pudiera salir de él. Menuda contradicción, en fin cosas mías. 

Callejuelas de La Haba al descender desde MagacelaDe todas formas, la fortaleza no deja de asombrar; todavía se observan los grandes bloques de piedra que recuerdan su pasado romano. Es un castillo dentro de otro castillo interior del que apenas quedan lo que fueron sus puertas pero, si su torre del homenaje. 

Siguiendo hacia el oeste se llega a la alcazaba de la que apenas queda nada y en la que  hace poco han empezado a escavar y a estudiar sobre ella. Este es el punto más al oeste del castillo y dónde decidimos sentarnos y
contemplar ese momento mágico en el que el sol tiñe el cielo de rojo y desaparece en una lenta letania sobre un horizonte lejano que da paso a la oscuridad.se 



sábado, 16 de junio de 2012

De Angosto a San Pantaleón de Losa


Llegamos a Angosto el viernes por la tarde. Con la bici en el portón de la furgo y cargados con todo lo necesario para poder pasar un fin de semana perfecto. Se tarda poco en sacar los trastos. Resulta más dificil tener que volver a recolocarlos nuevamente todos en su sitio y que encajen perfectamente. El tiempo era perfecto. El sol de media tarde era dulce y agradable. Y a pesar de que los pronósticos habían dado cierta inestabilidad, un cielo casi completamente despejado y azul presagiaban todo lo contrario.
Ya de noche, durante la cena y acompañados de una botella de vino perfilamos definitivamente la ruta que seguiríamos al día siguiente. Nos aseguramos de que los dos tuviéramos la misma ruta metida en los GPS. No era cuestión de ir con uno solo y que además fallase cuándo más se le necesitaba. A pesar de que todo estaba claro, aún persistía la duda sobre el camino que deberíamos de seguir para bajar hacia San Pantaleón.
Al dia siguiente nos levantamos con las primeras luces. Mentiría si no dijera que el vino había dejado su huella la noche anterior. El camping todavía estaba soñoliento, y no era cuestión de hacer mucho ruido. Le faltaban pocas para que comenzase el trasiego de los baños y el bullicio de los desayunos. Aún se notaría más cuándo llegase la hora en que abriesen las piscinas. Iniciamos la ruta. Camino a San Pantaleón las sombras dibujaban nuestros contornos en movimiento sobre el asfalto. El aire todavía era fresco. Olía a flores, a tierra..olía a amanecer. Era el momento propicio para pedalear y de aprovechar ese frescor antes de que un sol inclemente se cerniera sobre nuestras cabezas . Rodamos evitado la carretera principal, por senderos que corrían en medio de campos de trigo ya casi amarillentos y sembrados de patata alineados milimétricamente. Ya a lo lejos se perfilaban las cimas de granito que abrían las puertas del pequeño desfiladero al pueblo de San Zadornil. De allí, seguimos la carretera sin perder en ningún momento las altas cresterías que a mano izquierda se dibujan en el cielo azul. Continuamos hasta dar con la pista adecuada y lo que parecía en el mapa una subida abrupta y continuada no fue sino un paseo placentero por un camino compacto que nos condujo a lo más alto de los montes Obarenses. De allí bajamos veloces entre bosques de árboles y helechos directamente al pueblo de la Lastra, exactamente al centro de interpretación del Parque Natural. Decidimos darnos un respiro. Comimos algo e  iniciamos el camino hacia la Hoz. Comenzaba otra subida larga y dificultosa . Esta vez el sol empezaba a dejarnos claro sus intenciones. La pista tenía tramos pronunciados, con suelo de tierra suelta y de piedras que ponían a prueba nuestras cubiertas.
De camino a la cima pasamos delante de un comedero de buitres. Y aunque no tuvimos ocasión de ver a ningún buitre comiendo "in situ", si vimos de los que son capaces de hacer  con una vaca entera. Eso da ánimos a cualquiera para seguir pedaleando. Ya casi en lo alto nos encontramos con un ganadero que conducía a una manada de caballos anglo árabes montado desde su todoterreno. Mientras pasaban los caballo nos dio tiempo a charlar con él y a solventar la duda que desde el inicio de la ruta me rondaba la cabeza. ¿Qué camino, si es que había, era el más idóneo para bajar por el otro  lado? Afortunadamente había hecho mis deberes y la respuesta confirmaba mis sospechas; había dos bajadas malas llenas de barrancas peligrosas y una bajada que sin ser de ensueño, era completamente factible. Nos despedimos de él dándole las gracias por la información, y aunque no se lo dijimos, internamente le dimos las gracias por la ocasión de poder contemplar una manada de caballos tan hermosa.
Subimos el último repecho y allí perdimos el camino. Tuvimos que fiarnos completamente de las indicaciones del GPS y confiar en el buen diseño de la ruta que habíamos preparado de antemano. Y aunque en algún momento tuvimos dudas, pronto comprobamos que la dirección que indicaba era la correcta. A simple vista no existía camino, estaba camuflado por un suelo de rocas que apenas dejaba entreverlo.  La bajada no nos llevo al "éxtasis" ni al "flow". Había tramos en el que el camino era un montón de piedras que a modo de adoquines te hacían saltar en la bici continuadamente. En contrapartida el paisaje que se dibujaba en el horizonte contrarrestaba esta incomodidad. Hasta dónde llegaba la vista todo era una sucesión de montes y tupidos bosques que te daban la sensación de estar perdidos en un mundo verdaderamente natural y salvaje. Desde un lugar privilegiado oteamos a lo lejos nuestro destino. Un punto blanco en medio de un mar verde y grisáceo: San Pantaleón de Losa.
Llegamos sin más problemas, salvo que en el último momento variamos la ruta e improvisamos un recorrido alternativo al descubrir que el camino planteado era prácticamente impracticable y que llevarlo a cabo requerría hacer gasto improductivo de nuestras fuerzas. Ese camino nos llevó a Quintanilla de Ojeda, a un par de kilómetros fuera de nuestra ruta. Seguimos la carretera general y por fin llegamos a Pantaleón. De cerca un gran peñon que miraba al cielo a modo de una próa de barco. Tomamos el camino de ascenso y sin problemas llegamos a la cima dónde se encuentra la misteriosa iglesia. Misteriosa por sus tallas en piedra,diferentes a cualquier otra iglesia románica que se conozca y cuyo simbolismo y significado todavía están envueltas en misterio. Desde aquí ya hay poco más que contar. Aprovechamos el momento para descansar y comer. Y después de ver la iglesia por fuera, reanudamos la vuelta. Que por cierto no fue de lo mejor. La hicimos por carretera. Cansados por todas las horas que llevábamos sobre la bici y después de pelearnos con una alambrada de espinos optamos por la vía más fácil y rápida. Ya habrá ocasión de volver y de descubrir nuevos caminos.





















jueves, 5 de abril de 2012

Segovia-Riaza-Puente La Reina

Semana Santa 2012 (5-9 de Abril) Las Hoces del Rio Duratón se nos resistieron...
A la hora prevista y tras cargar las bicis en la furgo salimos desde Azkoitia rumbo a Vitoria, donde habíamos quedado con mi hermana en un restop. Llegamos casi a la misma hora al lugar de encuentro. Partimos en dirección Burgos. Decidimos parar a estirar las piernas y a comer algo en el área de servicio de Tudanca y tras tomar un cafecito caliente, continuamos con nuestro itinerario. 

Llegamos a Segovia a primera hora de la tarde y tuvimos la suerte de poder aparcar las tres furgos en el parquing que se encuentra cerca del centro. Visitamos la ciudad y el acueducto, no sin mojarnos claro, ya que cayó agua todo lo que quiso y más.

Paramos en los puestos de recuerdos y compramos paraguas, gorros, pufs y guantes y seguimos con nuestra visita turística. 

Atravesamos la ciudad de punta a punta hasta llegar al Alcázar. Preciosa construcción de origen militar, construida sobre una roca labrada.

Hicimos unas fotos desde el mirador y contemplamos las impresionantes vistas de las afueras de Segovia desde allí arriba.


Paramos a merendar y tomar un café con leche calentito en una cafetería de la plaza central de Segovia y aprovechando la tregua que nos dio la lluvia recorrimos el centro del pueblo por el otro lado contemplando el acueducto desde la parte de arriba. Impresionante y magnífico, una de las más soberbias obras que los romanos nos dejaron. Fue construido para conducir hasta Segovia el agua de la Sierra.



Sobre las 19:00 de la tarde, subimos a las furgos y tras una parada en el merendero que se encontraba debajo del alcázar para hacer las fotos de rigor tomamos rumbo Turégano, donde habíamos previsto pernoctar, al lado del castillo que se sitúa en un cerro en lo alto de la población. Como peculiaridad  decir que tiene una hermita incrustada de la edificación.



El lugar era muy tranquilo y mientras los niños jugaban al balón. Como anécdota hay que contar que el balón se les fue varias veces hasta la plaza del pueblo por lo que no era el lugar idóneo para este deporte. Preparamos las furgos y cenamos a la luz de la luna, una luna casi llena preciosa y una rasca considerable, también hay que decirlo. La noche transcurrió tranquilita, interrumpida solamente por la lluvia y el viento.

Por la mañana muy temprano, sobresaltados por la llamada de teléfono de mi hermana, descubrimos que estábamos rodeados de nieve, las ruedas de las furgos estban hundidas por un blanco manto de nieve, todo a nuestro alrededor era blanco, así que rápidamente recogimos todo y salimos zumbando de allí. El nerviosismo comenzó a mostrarse cuando al maniobrar las furgos, las ruedas comenzaron a patinar, y llegamos a pensar que no sería posible salir de allí sin ayuda. Tuvimos que poner las cadenas a las furgos ya que no sabíamos cómo estaría la carretera para bajar al pueblo.





En lugar de tirar a Sepúlveda, decidimos ir dirección Segovia pensando que estarían mejor las carreteras nacionales que las comarcales, así que nos desviamos de nuestro itinerario y acabamos en Segovia otra vez.


Desayunamos un croissant con un café y esta vez pudimos contemplar tanto el acueducto como el alcázar nevados, cubiertos por un manto blanco.


Antes de abandonar Segovia aprovechamos para comtemplar varios pasos de Semana Santa que por unos instantes nos dejaron sin habla. Quizás sean cosas mías, pero en esta foto hay ciertas similitudes que llegan a inquietarme. ¿ Sustituiremos los tambores de la Semana Santa por la melodía de Bob Esponja y terminaremos siguiendo el "camino" de Dora la Exploradora y su famoso mapa?...inquietante!


Buscamos un camping en el GPS y nos llevó hasta el Camping Riaza: Ctra. de la Estación s/n. 40500 RIAZA (SEGOVIA) Tel. y Fax: 921 550 580 info@camping-riaza.com


La pena fue el mal tiempo ya que el camping estaba muy bien, completo y con actividades para los niños. Después de comer y tomar un café en el bar del camping, decidimos dar un paseo hasta el pueblo de Riaza, precioso pueblecito lleno de zonas residenciales, con enormes zonas verdes preparadas con inmensos parques infantiles. Otro día sin poder bajar las bicis de la furgo. Esta vez ya vimos claro que iban a hacer el camino de regreso sin haberlas siquiera movido del portabicis, lo cual resultó bastante incómodo ya que cada vez que había que abrir el portón se necesitaba ayuda debido al peso que tenía.

Pernoctamos en el camping y tras un paseo matutino, al mediodía lo abandonamos con rumbo hacia Navarra ya que tras consultar el estado de las carreteras y el tiempo en diferentes comunidades autónomas, éste era el lugar dónde mejor tiempo pronosticaban.

Cuando llegamos a Puente la Reina, ya casi era de noche y tras dar algunas vueltas buscando un lugar donde pernoctar, decidimos hacerlo en el parking de una urbanización que se encontraba a la entrada del pueblo. Lugar muy tranquilo a pesar de encontrarse al lado de la carretera. Los niños tenían sitio para jugar a sus anchas y no molestábamos a nadie. Constantemente pasaban peregrinos por la carretera seguramente buscando también un lugar donde pasar la noche, el albergue estaba lleno así que muchos de ellos tendrían que buscar otro sitio donde guarecerse de la fría noche. Esta vez el cielo nos ofrecía una luna roja y llena.


Cenamos allí mismo en buena compañía y nos abrimos una estupenda botella de vino reservada para la ocasión.
Por la mañana nos acercamos al centro del pueblo, Ibon fue a urgencias ya que el dedo tenía cada vez peor pinta y le dolía bastante. Mientras, nosotros nos dimos un paseo por el centro con los niños y aprovechamos para comprar un  pan casero y algo para picar.

Por fín el sol se dignó a aparecer y comenzó a calentar nuestros entumecidos cuerpos un poco, encontramos un merendero donde pasar la tarde disfrutando del calorcito que nos proporcionaba Lorenzo. Los niños pudieron correr y jugar a sus anchas y los mayores aprovecharon para estudiar un ratito, mientras nosotros nos dejábamos calentar por los rayos del sol tirados en la hierba.

Viendo que para el día siguiente no teníamos asegurado el buen tiempo y trastocados ya totalmente los planes iniciales, a las 18:00 de la tarde decidimos poner rumbo Azkoitia, acertada decisión ésta ya que nada más salir de Mendigorria comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia del día que no cesarón hasta pasados dos días.


De camino a casa, paramos en una gasolinera para poder vacias las aguas sucias y reponer los baños, para tenerlos preparados para la siguiente salida ya que esta nos había dejado un amargo sabor de boca.


El hecho de no haber podido hacer la ruta prevista en bici, y tener el portón trasero prácticamente condenado por el peso de las bicis fue un hecho que acarreó más de un cabreo de cabeza. Personalmente, esta salida nos ha servido para una toma de contacto con el montaje de la furgo, para sacar los defectos y las mejoras del óptimo aprovechamiento de la distribución de las cosas y la optimización de los recursos para la siguiente salida.

Nos ha quedado pendiente hacer las hoces del rio Duratón que las hemos aplazado hasta otro fin de semana con buen tiempo.