Hoy hace calor, como en un día cualquiera de verano en Extremadura. A penas hay nubes en el cielo y todo él, luce azul. Desde la piscina de La Haba, tumbado en mi toalla, contemplo a lo lejos la sierra de Magacela y su poderoso castillo, la antigua Umm Gazala árabe. De esta poderosa fortaleza tan solo quedan resquicios de lo que fueron sus murallas y algún que otro cubo que todavía desafía al paso del tiempo.
Hace años, contemplé desde sus murallas una de la más bellas puestas de sol. Y desde entonces, casualmente, he repetido ese mismo camino cargado de historia con la única intención de disfrutar nuevamente de ese preciado momento.
Hace años, contemplé desde sus murallas una de la más bellas puestas de sol. Y desde entonces, casualmente, he repetido ese mismo camino cargado de historia con la única intención de disfrutar nuevamente de ese preciado momento.



Sabiendo de antemano de la estrechez de sus calles, dejamos la furgo a la entrada del pueblo sobre un mirador desde el se puede contemplar parte de la extensa Comarca de la Serena. Nos adentramos por sus calles que apenas cuentan con aceras y que te obligan a ir en fila india como precaución a los escasos coches que circulan por sus calles. Lo últimos cien metros de ascensión los hacemos por un camino estrecho y empedrado que conduce directamente a la puerta principal de entrada al recinto amurallado.
Los lienzos de sus murallas encaraman en las rocas y se adaptan a sus contornos de forma natural. No es dificil dejarse llevar, e imaginar lo que tuvo que ser en su momento. Hombres fuertemente armados apostados en sus almenas contemplando el mismo cielo, el extenso horizonte que se pierde a lo lejos. Hoy, solo son ecos de un pasado lejano que se repite en sus piedras y que perdura en el recuerdo de los que la visitan.
Por dentro el castillo está desolado. Su interior alberga una iglesia abandonada dedicada a Santa Ana y un antigüo cementerio en ruinas. Me imagino que el cometido de un cementerio dentro de un castillo sería el de que nadie pudiera salir de él. Menuda contradicción, en fin cosas mías.

Siguiendo hacia el oeste se llega a la alcazaba de la que apenas queda nada y en la que hace poco han empezado a escavar y a estudiar sobre ella. Este es el punto más al oeste del castillo y dónde decidimos sentarnos y
contemplar ese momento mágico en el que el sol tiñe el cielo de rojo y desaparece en una lenta letania sobre un horizonte lejano que da paso a la oscuridad.se